Cómo echo de menos a mi abuelo Helmut. Un patriota y un gran fumador. Las balas bolcheviques ("que arrasan el Rhin") y el estofado de rata común a la Vogogrado no pudieron con él, pero sucumbió a los 4 paquetes diarios, tras una lenta y muy dolorosa agonía. En su última voluntad, dejó bien claro que no deseaba, bajo ningún concepto, ser incinerado. Lo cumplimos, claro está. Aún conservo aquella jarra de cerveza de Baviera, con su tapita y su crucecita negra sobre fondo blanco.
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7 comentarios:
jojojojojo, yo ya no se que creerme de este ser, la verdad
Uno no tiene la culpa de la familia que tiene. Cuando les cuente quién era mi abuelo, van a flipar. Sobre todo ahora, tan de moda con el rollo de la memoria histórica... solo que yo no le echo de menos. Me mandaba comprar el Alcázar, no les digo más...
Entrañable detalle el daguerrotipo amarilleado por la nicotina.
(La lejía deja los dedos muy luciditos...)
Yo le hacía usted más de ascendencia albanokosovar, pero en fin.... qué le vamos a hacer
Está vd. perdidiño de la cabeza.
Amigos los que escoges, familia la que te toca. En mi caso, anónima, ignota. Un agujero en la memoria, histórica o no. Casi hubiera preferido un Jünger, ese caballero que siempre viene grande, o incluso un Céline, descacharrado apocalíptico. En mi familia fumar, se fumaban hojas de higuera.
Yo tengo una foto parecida de mi abuelo, solo que vestido de militar fascista, que porte!
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